El próximo 20 de junio, en punto de las 5:00 p.m. serán ordenados diáconos 7 hermanos salesianos y 2 más serán ordenados sacerdotes, por imposición de manos de Mons. Héctor Guerrero Córdova, Obispo prelado de Mixes.
Los salesianos que serán ordenados sacerdotes (presbíteros) son Ernesto Sandoval y Arnulfo Fajardo, ambos de la Inspectoría de Guadalajara. Y los que serán ordenados diáconos son: Carlos Patiño (de la Inspectoría de las Antillas), Martín Delgado, Francisco Enríquez, Alfredo Villarruel (de Guadalajara), Eduardo Cantoran y Asunción Ruíz (de México).
Dentro de los siete sacramentos de la Iglesia, se consideran dos que son de servicio: el matrimonio y el orden. Esto ya nos da una idea del significado de esta ceremonia, que no es un punto de llegada, sino el punto de partida en que, ayudados por la fuerza de Dios, se emprende un camino que se extiende por toda la vida.
El Sacramento del Orden, junto con el Bautismo y la Confirmación, son los sacramentos que imprimen carácter, es decir, la fuerza del Espíritu Santo obra de tal manera que hace esta acción permanente. Por ello, no son repetibles. Quien es ordenado actúa no por su propia fuerza (siempre limitada por el pecado personal), sino por la gracia de Dios.
El sacramento del Orden contempla tres grados, pero sigue siendo el mismo sacramento. El diaconado es la ordenación de un varón bautizado para el ministerio. No es sacerdote aún, pero su servicio se ordena al servicio del orden sacerdotal, en especial al Obispo. Ya es considerado clérigo y se le encomienda especialmente la predicación de la Palabra de Dios, la convocación y presidencia de la comunidad cristiana para la oración, la administración del sacramento del bautismo y la asistencia al sacramento del matrimonio. En nombre de la Iglesia bendice y preside las exequias, además de colaborar de manera solícita en la atención de la caridad a los alejados, los pobres y enfermos. El diaconado es un fin en sí mismo, por ello en la Iglesia Católica hay diáconos que casados o célibes, cumplen de manera permanente este ministerio sacramental; pero también, se pide que los candidatos al sacerdocio sean ordenados diáconos, completando así un hermoso camino formativo que ha incluido antes los ministerios laicales del lectorado y el acolitado. En la historia de la Iglesia recordamos los testimonios de varios diáconos como san Esteban o san Lorenzo, quienes dieron valiente ejemplo de servicio y fidelidad hasta la muerte.
El orden sacerdotal agrupa a los otros dos grados de este sacramento: los presbíteros y los obispos. Los obispos como sucesores de los apóstoles, son la cabeza de la Iglesia particular y es a través de ellos que Jesús, el único y eterno Sacerdote, continúa su ministerio en la historia. Los obispos para hacerse ayudar ordenaron diáconos para el servicio y presbíteros para su labor de santificar por medio de la celebración eucarística, la reconciliación de los pecadores y la unción a los enfermos (aparte de las funciones que hace también el diácono en la santificación del pueblo de Dios). Así pues, hay diáconos que aspiran a ser presbíteros, pero los presbíteros no aspiran a ser obispos, no es una "carrera eclesiástica" como se creía en otro tiempo. El presbítero participa del sacerdocio de Cristo a carta cabal, y actúa "en su persona" en medio de la comunidad cristiana, en obediencia fiel al obispo.
En el caso de los religiosos, como lo son los salesianos, el obispo de quien dependen es el Santo Padre y más directamente obedecen a su superior religioso dado que las provincias o inspectorías son formas de organización que van más allá de una diócesis territorial (de ahí que sus cambios y destinos sean a lugares a veces muy distantes); sin embargo, colaboran obedientemente con los obispos de las diócesis donde tienen sus casas en la atención de sus fieles, especialmente los jóvenes más necesitados en el caso del carisma salesiano.
El Sacramento del Orden se confiere por la imposición de manos del obispo y por la oración consecratoria del mismo. En el caso de los presbíteros, además se les ungen las manos con el santo Crisma, el mismo aceite que se usa para el Bautismo, la Confirmación y la Consagración de Altares e iglesias. Además se hacen las entregas simbólicas del libro de los Evangelios a los diáconos y del cáliz y la patena (con pan y vino) a los sacerdotes. Los diáconos son revestidos con la estola transversal y con la dalmática (ésta es opcional); y el sacerdote con la estola sobre el cuello y la casulla.
Oremos por las vocaciones sacerdotales y religiosas, que el Señor conceda un número fecundo y fiel de ellas.
Los salesianos que serán ordenados sacerdotes (presbíteros) son Ernesto Sandoval y Arnulfo Fajardo, ambos de la Inspectoría de Guadalajara. Y los que serán ordenados diáconos son: Carlos Patiño (de la Inspectoría de las Antillas), Martín Delgado, Francisco Enríquez, Alfredo Villarruel (de Guadalajara), Eduardo Cantoran y Asunción Ruíz (de México).
Dentro de los siete sacramentos de la Iglesia, se consideran dos que son de servicio: el matrimonio y el orden. Esto ya nos da una idea del significado de esta ceremonia, que no es un punto de llegada, sino el punto de partida en que, ayudados por la fuerza de Dios, se emprende un camino que se extiende por toda la vida.
El Sacramento del Orden, junto con el Bautismo y la Confirmación, son los sacramentos que imprimen carácter, es decir, la fuerza del Espíritu Santo obra de tal manera que hace esta acción permanente. Por ello, no son repetibles. Quien es ordenado actúa no por su propia fuerza (siempre limitada por el pecado personal), sino por la gracia de Dios.
El sacramento del Orden contempla tres grados, pero sigue siendo el mismo sacramento. El diaconado es la ordenación de un varón bautizado para el ministerio. No es sacerdote aún, pero su servicio se ordena al servicio del orden sacerdotal, en especial al Obispo. Ya es considerado clérigo y se le encomienda especialmente la predicación de la Palabra de Dios, la convocación y presidencia de la comunidad cristiana para la oración, la administración del sacramento del bautismo y la asistencia al sacramento del matrimonio. En nombre de la Iglesia bendice y preside las exequias, además de colaborar de manera solícita en la atención de la caridad a los alejados, los pobres y enfermos. El diaconado es un fin en sí mismo, por ello en la Iglesia Católica hay diáconos que casados o célibes, cumplen de manera permanente este ministerio sacramental; pero también, se pide que los candidatos al sacerdocio sean ordenados diáconos, completando así un hermoso camino formativo que ha incluido antes los ministerios laicales del lectorado y el acolitado. En la historia de la Iglesia recordamos los testimonios de varios diáconos como san Esteban o san Lorenzo, quienes dieron valiente ejemplo de servicio y fidelidad hasta la muerte.
El orden sacerdotal agrupa a los otros dos grados de este sacramento: los presbíteros y los obispos. Los obispos como sucesores de los apóstoles, son la cabeza de la Iglesia particular y es a través de ellos que Jesús, el único y eterno Sacerdote, continúa su ministerio en la historia. Los obispos para hacerse ayudar ordenaron diáconos para el servicio y presbíteros para su labor de santificar por medio de la celebración eucarística, la reconciliación de los pecadores y la unción a los enfermos (aparte de las funciones que hace también el diácono en la santificación del pueblo de Dios). Así pues, hay diáconos que aspiran a ser presbíteros, pero los presbíteros no aspiran a ser obispos, no es una "carrera eclesiástica" como se creía en otro tiempo. El presbítero participa del sacerdocio de Cristo a carta cabal, y actúa "en su persona" en medio de la comunidad cristiana, en obediencia fiel al obispo.
En el caso de los religiosos, como lo son los salesianos, el obispo de quien dependen es el Santo Padre y más directamente obedecen a su superior religioso dado que las provincias o inspectorías son formas de organización que van más allá de una diócesis territorial (de ahí que sus cambios y destinos sean a lugares a veces muy distantes); sin embargo, colaboran obedientemente con los obispos de las diócesis donde tienen sus casas en la atención de sus fieles, especialmente los jóvenes más necesitados en el caso del carisma salesiano.
El Sacramento del Orden se confiere por la imposición de manos del obispo y por la oración consecratoria del mismo. En el caso de los presbíteros, además se les ungen las manos con el santo Crisma, el mismo aceite que se usa para el Bautismo, la Confirmación y la Consagración de Altares e iglesias. Además se hacen las entregas simbólicas del libro de los Evangelios a los diáconos y del cáliz y la patena (con pan y vino) a los sacerdotes. Los diáconos son revestidos con la estola transversal y con la dalmática (ésta es opcional); y el sacerdote con la estola sobre el cuello y la casulla.
Oremos por las vocaciones sacerdotales y religiosas, que el Señor conceda un número fecundo y fiel de ellas.
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