"Paz", una palabra que en nuestros tiempos se vuelve utopía, una nostalgia de que aún no se ha consumado la profecía: Forjarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. (Isaías 2:4)
¿Cuándo llegará la paz a nuestro mundo?, el reciente conflicto en Medio Oriente, justo en la Tierra de la Promesa, justo donde nació para el mundo el Príncipe de la Paz, sigue siendo una paradoja que nos llena de confusión. Son tantos los intereses entremezclados, son tan profundas las heridas... Abraham, el padre de la fe, ve como sus hijos Isaac e Ismael se destazan mutuamente. El juicio de Dios resonará de nueva cuenta: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. (Genesis 4:10)
La paz es un bonito deseo para estas fechas, pero es un compromiso permanente para nuestra vida cotidiana. La paz no se puede lograr mientras no se rompa el círculo de la violencia. Se habla de acabar con el terrorismo, ¿fuego contra fuego?, o ¿terrorismo contra terrorismo? A mí me enseñaron que el fuego contra fuego no consiste en echarle más leña al mismo fuego del odio, sino lo contrario, quemar en el propio campo todo aquello que puede ser combustible para que el fuego del campo vecino no pueda arder en las cenizas. La batalla por la paz no tiene que consistir en más muertes, sino en la búsqueda conjunta de la paz y en la reducción del miedo y del rencor... con estas acciones sólo se siembra más pánico y se exacerba el fanatismo.
Como cristianos, no nos deslindemos de nuestro compromiso, hagamos nuestro el llamado del Papa por la paz en Tierra Santa:
"La Tierra Santa, que en los días de Navidad ocupa el centro de los pensamientos y de los afectos de los fieles de todo el mundo -dijo el Santo Padre-, se ha visto golpeada de nuevo por un estallido de inaudita violencia".
"Estoy profundamente apenado por los muertos, los heridos, los daños materiales, los sufrimientos y las lágrimas de las poblaciones víctimas de esta trágica cadena de ataques y de represalias" , afirmó.
"La patria terrena de Jesús -exclamó- no puede seguir siendo testigo de tanto derramamiento de sangre, que se repite sin fin! Imploro el fin de la violencia, que hay que condenar en todas sus manifestaciones, y la reanudación de la tregua en la franja de Gaza. Pido una prueba de humanidad y de sabiduría en todos aquellos que tienen alguna responsabilidad en esta situación, pido a la comunidad internacional que haga todo lo posible por ayudar a los israelíes y a los palestinos a salir de este callejón oscuro y a no resignarse -como decía hace unos días en el mensaje "Urbi et Orbi"- a la lógica perversa del enfrentamiento y de la violencia, sino a privilegiar el camino del diálogo y de la negociación".
"Confiamos a Jesús, Príncipe de la Paz -concluyó- nuestra ferviente oración por estas intenciones y a El, a María y a José, decimos: "Oh familia de Nazaret, que tanto has padecido, dona al mundo la paz". Dónala hoy sobre todo a Tierra Santa!". (Benedicto XVI, Ángelus, 28 diciembre 2008)
Comunidad Salesiana Tlaquepaque
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