lunes, 3 de marzo de 2008

Don Bosco don para la Iglesia, el mensaje del Papa


Al Reverendísimo SeñorDon PASCUAL CHÁVEZ VILLANUEVARector Mayor de los Salesianos de Don Bosco


1. Me es particularmente grato hacer llegar mi cordial saludo a Usted y a los participantes en el XXVI Capítulo General, que constituye un momento de gracia en la vida de esta Congregación presente en todos los continentes. En él están llamadas a confrontarse la riqueza y la diversidad de las experiencias, de las culturas, de las esperanzas de los Salesianos, comprometidos en múltiples actividades apostólicas y deseosos de hacer cada vez más eficaz su servicio en la Iglesia. El carisma de Don Bosco es un don del Espíritu para todo el Pueblo de Dios, pero sólo en la escucha dócil y en la disponibilidad a la acción divina es posible interpretarlo y hacerlo actual y fecundo, incluso en este nuestro tiempo. El Espíritu Santo, que en Pentecostés descendió con abundancia sobre la Iglesia naciente, continúa como viento soplando donde quiere, come fuego para derretir el hielo del egoísmo, como agua para regar lo que es árido. Derramando sobre los Capitulares la abundancia de sus dones, Él llegará al corazón de los Hermanos, los hará arder en su amor, los inflamará en deseos de santidad, los impulsará a abrirse a la conversión y los reforzará en su audacia apostólica.


2. Los hijos de Don Bosco pertenecen al denso ejército de aquellos discípulos que Cristo ha consagrado para sí por medio de su Espíritu con un especial acto de amor. Él se los ha reservado para sí; por esto, la primacía de Dios y de su iniciativa debe resplandecer en su testimonio. Cuando se renuncia a todo para seguir al Señor, cuando se le da lo que se tiene de más querido afrontando todo sacrificio, entonces no debe sorprender si, como sucedió con el divino Maestro, se llega a ser “signo de contradicción”, porque el modo de pensar y de vivir de la persona consagrada acaba por encontrarse con frecuencia en contraste con la lógica del mundo. En realidad, esto es motivo de consuelo porque testimonia que su estilo de vida es alternativo respecto de la cultura del tiempo y puede desarrollar en ella una función de algún modo profética. Pero es necesario, a este fin, vigilar sobre los posibles influjos del secularismo para defenderse y poder así proseguir en el camino emprendido con determinación, superando un “modelo liberal” de Vida consagrada y viviendo una existencia centrada por completo en la primacía del amor de Dios y del prójimo.


3. El tema escogido para este Capítulo General es el mismo programa de vida espiritual y apostólica que hizo suyo Don Bosco: “Da mihi animas, cetera tolle”. En él está contenida toda la personalidad del gran Santo: una profunda espiritualidad, la habilidad creativa, el dinamismo apostólico, la laboriosidad incansable, la audacia pastoral y, sobre todo, su consagración sin reservas a Dios y a los jóvenes. Él fue un santo de una sola pasión: “la gloria de Dios y la salvación de las almas”. Es de vital importancia que todo salesiano se inspire continuamente en Don Bosco: lo conozca, lo estudie, lo ame, lo imite, lo invoque, haga propia su misma pasión apostólica, que brota del corazón de Cristo. Tal pasión es capacidad de darse, de apasionarse por las almas, de sufrir por amor, de aceptar con serenidad y alegría las exigencias cotidianas y las renuncias de la vida apostólica. El lema “Da mihi animas, cetera tolle” expresa en síntesis la mística y la ascética del salesiano. No puede haber una mística ardiente sin una robusta ascesis que la sostenga y, viceversa, nadie está dispuesto a pagar un precio alto y exigente, si no ha descubierto un tesoro atrayente e inestimable. En un tiempo de fragmentación y de fragilidad como es el nuestro, es necesario superar la dispersión del activismo y cultivar la unidad de la vida espiritual por medio de la adquisición de una profunda mística y de una sólida ascética. Esto alimenta el compromiso apostólico y es garantía de eficacia pastoral. En esto debe consistir el camino de santidad de todo Salesiano, en esto debe concentrarse la formación de las nuevas vocaciones para la vida consagrada salesiana. La lectio divina y la Eucaristía, vividas diariamente, son luz y fuerza de la vida espiritual del salesiano consagrado. Él debe alimentar su jornada escuchando y meditando la Palabra de Dios, ayudando también a los jóvenes y a los fieles seglares a valorizarla en su vida cotidiana y esforzándose luego para traducir en testimonio cuanto la Palabra indica. “La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús. No recibimos solamente de modo pasivo el Logos encarnado, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega” (Enc. Deus caritas est, 13). Llevar una vida sencilla, pobre, esencial y austera: esto ayudará a los Salesianos a robustecer su respuesta vocacional, frente a los desafíos y a las amenazas de la mediocridad y del aburguesamiento, esto los llevará a estar más cerca de los necesitados y de los marginados.


4. Siguiendo el ejemplo de su amado Fundador, los Salesianos deben abrasarse en la pasión apostólica. La Iglesia universal y las Iglesias particulares en que están insertos esperan de ellos una presencia caracterizada por un impulso pastoral y por un celo evangelizador audaz. Las Exhortaciones apostólicas post-sinodales que se refieren a la evangelización en los diversos continentes, podrán servirles de estímulo y de orientación para realizar en los diversos contextos una evangelización inculturada. La reciente Nota doctrinal sobre algunos aspectos de la evangelización puede ayudarlos a profundizar cómo comunicar a todos, especialmente a los jóvenes más pobres, la riqueza de los dones del Evangelio. La evangelización sea la principal y prioritaria frontera de su misión hoy. Ella presenta compromisos múltiples, desafíos urgentes, campos de acción amplios, pero su objetivo fundamental está en proponer a todos vivir la existencia humana como la ha vivido Jesús. En las situaciones plurirreligiosas y en las secularizadas es preciso encontrar caminos inéditos para hacer conocer, especialmente a los jóvenes, la figura de Jesús, para que sientan su perenne fascinación. Por tanto, debe ser central en su acción apostólica el anuncio de Jesucristo y de su Evangelio, juntamente con la llamada a la conversión, a la acogida de la fe y a la inserción en la Iglesia; de aquí nacen luego los caminos de fe y de catequesis, la vida litúrgica, el testimonio de la caridad activa. Su carisma los pone en la situación privilegiada de poder valorizar la aportación de la educación en el campo de la evangelización de los jóvenes. En efecto, sin educación no hay evangelización duradera y profunda, no hay crecimiento y maduración, no se da cambio de mentalidad y de cultura. Los jóvenes nutren deseos profundos de vida plena, de amor auténtico, de libertad constructiva; pero con frecuencia, por desgracia, sus esperanzas se ven traicionadas y no llegan a realizarse. Es indispensable ayudar a los jóvenes a valorizar los recursos que llevan dentro como dinamismo y deseo positivo; ponerlos en contacto con propuestas ricas de humanidad y de valores evangélicos; estimularlos a insertarse en la sociedad como parte activa por medio del trabajo, la participación y el compromiso por el bien común. Esto requiere en quien los guía ensanchar los ámbitos del compromiso educativo con atención a las nuevas pobrezas juveniles, a la educación superior, a la inmigración; requiere, además, prestar atención a la familia y a su implicación. Sobre este aspecto tan importante me he detenido en la Carta sobre la urgencia educativa, que he dirigido recientemente a los fieles de Roma, y que ahora idealmente entrego a todos los Salesianos.


5. Desde su origen, la Congregación salesiana se ha comprometido en la evangelización en diversas partes del mundo: desde la Patagonia y América Latina, al Asia y a Oceanía, al África y Madagascar. En un momento en que en Europa las vocaciones disminuyen y los desafíos de la evangelización aumentan, la Congregación salesiana debe estar atenta a reforzar la propuesta cristiana, la presencia de la Iglesia y el carisma de Don Bosco en este continente. Como Europa ha sido generosa mandando misioneros a todo el mundo, así ahora toda la Congregación, apelando especialmente a las Regiones ricas de vocaciones, debe estar dispuesta a este respecto. Para prolongar en el tiempo la misión entre los jóvenes, el Espíritu Santo ha guiado a Don Bosco a dar vida a diversas fuerzas apostólicas animadas por el mismo espíritu y unidas por el mismo compromiso. En efecto, los deberes de la evangelización y de la educación requieren numerosas aportaciones, que sepan obrar en sinergia; para esto los Salesianos han implicado en esta obra a numerosos seglares, a las familias y a los mismos jóvenes, suscitando entre ellos vocaciones apostólicas que mantengan vivo y fecundo el carisma de Don Bosco. Es preciso proponer a estos jóvenes la fascinación de la vida consagrada, la radicalidad del seguimiento de Cristo obediente, pobre y casto, la primacía de Dios y del Espíritu, la vida fraterna en comunidad, el consumirse totalmente por la misión. Los jóvenes son sensibles a propuestas de compromiso exigente, pero tienen necesidad de testimonios y guías que sepan acompañarlos en el descubrimiento y en la acogida de dicho don. En este contexto sé que la Congregación está dedicando especial atención a la vocación del salesiano coadjutor, sin la cual perdería la fisonomía que Don Bosco quiso darle. Ciertamente, es una vocación no fácil de discernir y de acoger; brota más fácilmente donde se promueven entre los jóvenes las vocaciones laicales apostólicas y se les ofrece un gozoso y entusiasta testimonio de la consagración religiosa. El ejemplo y la intercesión del Beato Artémides Zatti y de otros venerables hermanos coadjutores, que han gastado su existencia por el Reino de Dios, obtengan también hoy a la Familia Salesiana el don de tales vocaciones.


6. Aprovecho con gusto esta ocasión para dirigir un agradecimiento particular a la Congregación salesiana por el trabajo de investigación y de formación que desarrolla en la Universidad Pontificia Salesiana, donde se han formado y han sido profesores algunos de mis actuales colaboradores más próximos y estimados. Dicha Universidad tiene una identidad que proviene del carisma de Don Bosco y ofrece a toda la Iglesia una aportación original y específica. Única entre las Universidades Pontificias, tiene una Facultad de Ciencias de la Educación y un Departamento de Pastoral Juvenil y Catequética, sostenidos por las aportaciones de otras Facultades. En vista de un estudio que se sirva de la diversidad de las culturas y esté atento a la multiplicidad de los contextos, es deseable que se incremente en ella la presencia de profesores provenientes de toda la Congregación. En la emergencia educativa que existe en numerosas partes del mundo, la Iglesia tiene necesidad de la aportación de estudiosos que profundicen la metodología de los procesos pedagógicos y formativos, la evangelización de los jóvenes, su educación moral, elaborando juntos respuestas a los desafíos de la postmodernidad, de la interculturalidad y de la comunicación social y tratando, al mismo tiempo, de ayudar a las familias. El sistema preventivo de Don Bosco y la tradición educativa salesiana impulsarán seguramente a la Congregación a proponer una pedagogía cristiana actual, inspirada en el carisma específico que le es propio. La educación constituye uno de los puntos nodales de la cuestión antropológica actual, para cuya solución la Universidad Pontificia Salesiana no dejará, estoy seguro, de ofrecer una preciosa aportación.

7. Señor Rector Mayor, la misión que se ofrece a la Congregación Salesiana es ardua, pero también sublime: en efecto, cada miembro de vuestra gran Familia religiosa está llamado a hacer presente a Don Bosco entre los jóvenes de nuestro tiempo. En el año 2015 celebraréis el bicentenario de su nacimiento y con las opciones que tomaréis en este Capítulo General, vosotros comenzáis ya la preparación de las celebraciones de tan importante evento jubilar. Esto os sirva de estímulo para ser cada vez más “signos creíbles del amor de Dios a los jóvenes” y para hacer que los jóvenes sean de verdad esperanza de la Iglesia y de la sociedad. La Virgen María, que Don Bosco os ha enseñado a invocar como Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los cristianos, os sostenga en vuestros propósitos. “Ella lo ha hecho todo”, repetía Don Bosco al término de su vida, refiriéndose a María. Por tanto, Ella seguirá siendo vuestra guía y vuestra maestra. Os ayudará a comunicar el “carisma de Don Bosco”. Será para vuestra Congregación y para toda la Familia salesiana, para los educadores y, sobre todo, para los jóvenes, Madre y Estrella de la esperanza. Al ofrecer a vuestra atención estas mis reflexiones, os renuevo la expresión de mi gratitud por el servicio que hacéis a la Iglesia y, mientras os aseguro mi constante oración, imparto a Usted, Rector Mayor, a los participantes en la Asamblea capitular y a toda la Familia salesiana una especial Bendición Apostólica.

Desde el Vaticano, 1 de marzo de 2008

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